A mi abuela siempre le ha encantado el campo. Siempre.
Tiene una parcela con chalet en la ladera de la montaña y disfruta muchísimo de todas sus flores.
Seguramente eso influye en su espíritu joven y lleno de vida.
Anoche cuando fui a visitarla me mostró orgullosa un ramillete de rosas que había cogido esa mañana (siempre tiene flores en la entrada de su casa).
Inmediatamente sentí la necesidad de hacer una foto, y esta mañana he vuelto a su casa para hacerla.
Me gusta pensar en la fuerza de ese rosal que crece y sigue dando flores aunque sea invierno.
Igual que ella.
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